I´m in the mood for love

Está sonando esa canción, la misma que aprendimos a escuchar con las manos en las largas noches que pasamos juntos. Esas noches de peregrinaje por bares atestados de gente, de desconocidos. Nos parecía tan interesante inventar vidas para cada uno de ellos… Esas noches sabían a café y a tus labios, olían a cigarros y a lluvia.

Cuando aquel extraño, que conocía bien la soledad del whisky, nos preguntó qué era el amor no supimos qué responder, pues no estábamos enamorados. ¡Cuán errados eran nuestros pensamientos! Aprendimos a amarnos lentamente, primero con las palabras y las miradas, después con nuestros cuerpos. Sí, nos amábamos aunque no lo supiéramos. Y fuimos felices en aquel joven y efímero amor. Juntos aprendimos a escuchar lo que otros no veían. Nos divertía buscar esos pequeños detalles desapercibidos, prescindibles, pero terriblemente bellos. Aquella flor rebelde que crecía entre los adoquines, ese reflejo del sol en el vidrio roto, las manchas de humedad tras la lluvia en los viejos edificios, las caprichosas formas de las volutas de humo de tu cigarro. Resquicios del tiempo. Imágenes fugaces e invisibles.

La música que acompaña todos esos recuerdos es ésta, la que suena en este bar tan distinto de aquellos, en esta ciudad tan lejana a la nuestra. Y yo tampoco la escucho de la misma forma que la escuchaba contigo. Y a pesar de todo, los recuerdos permanecen nítidos e intactos. No estábamos enamorados pero nos amábamos. Nuestro tiempo fue efímero. Éramos jóvenes y bellos. Éramos jóvenes y nos amábamos.

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